Hoy repasamos estas ideas:
1. (65) Mi única función es la que Dios me dio.
2 No tengo otra función salvo la que Dios me dio. 3 Este reconocimiento me libera de todo conflicto porque
significa que no puedo tener metas conflictivas. 4 Al tener un solo propósito, siempre estoy seguro de lo que
debo hacer, de lo que debo decir y de lo que debo pensar. 5 Cuaquier duda no puede sino desaparecer cuando
reconozco que mi única función es la que Dios me dio.
2. Las aplicaciones más concretas de esta idea podrían hacerse con las siguientes variaciones:
2 Mi percepción de esto no altera mi función.
3 Esto no me confiere una función distinta de la que Dios me dio.
4 No me valdré de esto para justificar una función que Dios no me dio.
3. (66) Mi función y mi felicidad son una.
2 Todas las cosas que proceden de Dios son una. 3 Proceden de la Unicidad
1 y tienen que ser recibidas cual una
sola. 4 Desempeñar mi función es mi felicidad porque ambas cosas proceden de la misma Fuente. 5 Y debo
aprender a reconocer lo que me hace feliz, si es que he de encontrar la felicidad.
4. Algunas variaciones útiles para aplicar concretamente esta idea podrían ser:
2 Esto no puede separar mi felicidad de mi función.
3 La unidad que existe entre mi felicidad y mi función no se ve afectada en
modo alguno por esto.
4 Nada, incluido esto, puede justificar la ilusión de que puedo ser feliz si dejo
de cumplir mi función.
COMENTARIO DE JESÚS CANALIZADO POR TINA SPALDING
Vosotros sois de hecho seres bendecidos. Yo soy aquel que conoces como Jesús. A medida que continuamos revisando estas ideas y agregando algunas formas diferentes de explicarlas, encontrarás algunas de estas lecciones difíciles de recordar. Lo que queremos que hagas es que te tomes unos momentos, un minuto más o menos, cuando leas estas líneas — incluso puedes anotarlas en un papel si lo deseas— llévalas contigo durante el día y úsalas siempre que pienses en algo perturbador. Por ejemplo, un compañero de trabajo te pone de los nervios. Saca este papel y lee estas sugerencias. Si vas al banco, por ejemplo, y hay menos dinero que crees que debería haber allí y sientes esa puñalada de miedo financiero, busca un asiento, saca tu hoja de papel y lee las líneas. Recuerda eso para permitir que tu frecuencia caiga en picado en el miedo o el resentimiento, está discutiendo con Dios, por así decirlo. Es discutir con tu propósito que es el perdón y el amor.
Así es como nos gustaría que utilizaras estas ideas hoy. Llévalos contigo en un papel y úsalos con cada malestar que sientas. Lo que aprendes a hacer es permitir que aflore el malestar. Por lo general, esa no es tu elección. Te empujas a sentirlo. Lo que estás haciendo es, en lugar de alimentar ese malestar, resentimiento o miedo, tú estás eligiendo el amor. Tú dices: “Estoy destinado a vivir el propósito de Dios para mí, independientemente de mi cuenta bancaria o de mi compañero de trabajo. Estas cosas no tienen nada que ver con el propósito mayor del que estoy al tanto”.
Yo soy aquel que conoces como Jesús. Te volveremos a ver mañana.